La hija de Margarito Duarte, modesto empleado judicial de una pequeña población colombiana, muere de repente a la edad de 7 años. 12 años después, al exhumar el cuerpo, los restos de la niña continúan intactos. Margarito Duarte con la ayuda del pueblo inicia un proceso para llegar a Roma y pedirle al Papa la santificación de su hija.